Semana tras semana, los telediarios abren con las cifras de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas varones. La mayoría de las veces, la noticia de una nueva fallecida se adereza con los datos judiciales de dicha muerte y, en particular, se acostumbra a destacar si la mujer había denunciado a su presunto asesino.
Los datos oficiales revelan que, la mayoría de las veces, la asesinada no había denunciado[1]. En el año 2015, sólo 13 mujeres de 60 asesinadas habían denunciado; en el año 2016, solo 17 de un total de 49; en 2017, 12 de 51; en 2018, 14 de 47; y en lo que llevamos de 2019, sólo 1 de las 9 que se han contabilizado.
Esta realidad estadística causa desazón y la impresión, mayoritaria y bien expandida por los medios de comunicación, de que algo no estamos haciendo bien en la lucha contra la violencia de género. De acuerdo con esta opinión pública mayoritaria, esos datos ponen de manifiesto que sigue habiendo mucho maltrato que no se denuncia por miedo. Así, se afirma que la asfixia moral, la extrema vulnerabilidad y la dependencia emocional y económica que implica la violencia machista habrían impedido a las mujeres maltratadas denunciar a su futuro asesino. ¿Qué quiere decir todo ello?
Es indudablemente cierto que hay mujeres inmersas en una situación de maltrato que anula su voluntad, no denuncian y el sujeto acaba matándolas sin que ellas hayan podido pedir ayuda. Pero también es cierto que son muy pocas las asesinadas denunciantes, demasiado pocas como para que la explicación de todo ello sea únicamente el miedo a denunciar. Luego, afirmar que todas las mujeres asesinadas habían sido maltratadas antes pero que no se atrevieron a denunciar es una suposición arriesgada. Realmente no es posible saber a ciencia cierta cuáles de las asesinadas que no denunciaron estaban siendo efectivamente maltratadas, y además lo estaban siendo hasta el punto de no poder denunciar. Pero desde luego lo que no cabe es afirmar que lo eran todas porque su asesinato “demuestra” que estaban siendo maltratadas. En absoluto, no tenemos datos para sostener algo así.
La escalada del maltrato existe, y es cierto que una situación de malos tratos continuados puede acabar en feminicidio; en estos casos, la denuncia puede ayudar a romper esa escalada, salir del contexto de violencia que podría desembocar fatalmente. Pero, para mí, la explicación al alto porcentaje de asesinadas que no habían denunciado previamente está en que, junto a las que efectivamente eran maltratadas y que por miedo no denunciaron, hay otras asesinadas que no denunciaron porque, simplemente, no eran maltratadas. Igual que no toda maltratada acaba asesinada, parece razonable asumir que existen asesinadas que no habían sido maltratadas y que por eso no habían denunciado. El error de base es confundir el maltrato, que es lo que se denuncia cuando se denuncia, con el asesinato.
Ello resulta especialmente evidente si contraponemos las cifras de mujeres asesinadas que no denunciaron con el elevado número de denuncias de violencia de género que hay en España: 142.893 en el año 2016 y 166.260 en el año 2017, (del año 2018 aún no hay cifras oficiales del Consejo General del Poder Judicial[2]). España es un país muy sensibilizado en materia de violencia contra la mujer, de ahí el importante número de denuncias que se ponen, animadas por el mensaje institucional por excelencia de “si te maltrata, denuncia”. En el estudio más grande realizado hasta ahora en el seno de la Unión Europea (por la Agencia de Derechos Fundamentales), España resulta ser el 6º país de la Unión con mayor porcentaje de denuncias[3].
Habrá quién afirme que las denuncias, en ese número, sí están siendo efectivas, porque están “pescando” asesinos antes de que materialicen el asesinato. No seré yo quien lo niegue, todo lo contrario, seguro que es así en algunos casos. Pero sin duda es un ejercicio de puro voluntarismo deducir qué porcentaje de todas esas denuncias que se han puesto han evitado un asesinato que finalmente no se ha cometido, pues ello solo puede hacerse desde la pura especulación. Y desde luego, la mejor manera de arbitrar políticas efectivas para la resolución de problemas no es partiendo de conjeturas indemostrables.
Además, concluir que todas las asesinadas eran maltratadas que no denunciaron por miedo a su maltratador, es lanzar el engañoso mensaje de que las denuncias, cuyo fin específico es únicamente iniciar un proceso penal para castigar el delito denunciado, tienen además la virtualidad de evitar los homicidios, cuando la realidad nos muestra que, como se ve en la citada estadística inicial, hay casos en que la mujer denunció un maltrato y, a pesar de ello, el denunciado la mató. Y lo más importante, resulta que la percepción que existe es justo contraria: no es que se estén evitando las muertes de mujeres, es que, a pesar de todas las denuncias que se ponen, sigue habiendo un número que entendemos insoportablemente alto de asesinadas. Se insiste entonces en que el problema es la falta de denuncias, cuando es notorio que ya se ponen muchísimas y que no guardan relación con los homicidios[4].
Resumiendo, defender que toda asesinada había sido previamente maltratada es simplista y, por eso, irreal. Y sostener que no habrían sido asesinadas si hubiesen denunciado el maltrato, utópico. Insisto, maltrato y asesinato son cosas distintas que obedecen a realidades distintas. A veces coinciden, por supuesto, pero otras veces no.
Así, podemos afirmar que el maltrato, más el continuado que el ocasional, tiene una causa preponderantemente machista (aunque no la única), de ahí que pueda reducirse a medio o largo plazo mediante la educación en igualdad[5]. Pero al que un día toma la decisión de matar a su pareja o expareja ¿qué educación había que darle? No creo que quede un hombre en España que no sepa que matar es el peor crimen que se puede cometer y que, además, está castigado con las penas más duras de nuestro código penal. Hay poco margen aquí para avanzar mediante la “educación”, me parece.
Es más, al que decide matar le da igual si la mujer denunció o no, y le es indiferente si, como consecuencia de la denuncia, se acordó o no una medida de alejamiento (que resulta ser papel mojado frente al impulso homicida). Y es que los remedios que estamos usando para reaccionar contra el maltrato, fundamentalmente la denuncia y todos sus derivados procesales, sirven de poco frente al asesinato. O ya han servido todo lo que podían servir, y por eso la cifra de asesinadas no disminuye significativamente con el paso de los años[6].
Tenemos que perder el miedo de llegar a donde nos conduce la lógica más aplastante: el homicida no mata a su pareja porque sea un machista, aunque lo sea.
Consideremos sino lo siguiente: la sociedad en que vivimos es aún una sociedad machista y no hay duda que muchísimos hombres son machistas. Parece claro, por tanto, que, si el machismo que espolea el maltrato fuese realmente el desencadenante de los homicidios a mujeres, el número de asesinadas debería ser mucho más alto. Pero siendo que éstas son decenas de entre millones de mujeres que viven en España[7], y los asesinos, un exiguo porcentaje del total de los hombres de este país[8], la afirmación “el machismo mata” no se sostiene como explicación completa del fenómeno.
Es evidente, por tanto, que detrás de un asesinato calificado de “machista” hay algo más que machismo. Reducir el asesinato (en realidad cualquier delito) a una sola causa, el machismo en este caso, es negar la realidad y, sobre todo y más importante, la posibilidad de acometer políticas de lucha efectivas y útiles. Cualquier criminólogo podrá decir esto mismo: detrás de un homicidio hay muchas causas. Y más que con el machismo, éstas tienen que ver con el control de impulsos, la conflictividad familiar, el alcoholismo u otras drogas, las alteraciones mentales, la depresión, el poco respeto a las normas (delincuencia habitual), etc. Por tanto, no tiene por qué existir necesariamente un historial de maltrato machista previo que «explique» el homicidio e, incluso, la falta de denuncia previa.
Y si no hay maltrato previo ¿no hay otras señales que permitan adivinar y prevenir un homicidio? Mucho me temo que no. De hecho, ni siquiera el maltrato previo es realmente una “señal” del homicidio que está por venir; como decía, no es posible saber con certeza cuáles de las asesinadas que no denunciaron estaban siendo maltratadas, pero sí cabe afirmar con seguridad que existen mujeres maltratadas que no denuncian y que, además, no serán nunca asesinadas.
Estoy convencido de que el número de mujeres maltratadas irá disminuyendo lentamente con el paso de los años, gracias a la educación en igualdad (i.e. reducción del machismo) y a la prevención general de las penas. Pero creo que no pasará lo mismo con los asesinatos de mujeres por sus parejas o exparejas, o al menos no de un modo significativo.
Y si seguimos confundiendo la cifra de feminicidios con las del maltrato, anudando las denuncias de maltrato con el número de asesinatos, seguiremos hundidos pensando que, pese a todo lo que se hace a todos los niveles, no avanzamos en la lucha contra la violencia de género, creando malestar social y moviéndonos a tomar decisiones erróneas, o incluso injustas.
En conclusión, el éxito de la lucha contra la violencia de género no se puede medir por el número de asesinadas, porque entre estas habrá maltratadas, pero también otras que no lo eran. Y porque el homicidio es policasual, por lo que en el mismo concurren unas causas que van más allá del machismo.
Ojalá fuera tan fácil.
[1] Ministerio de Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad del Gobierno de España, http://www.inmujer.gob.es/MujerCifras/Violencia/VictimasMortalesVG.htm (pinchando el primer enlace)
[2] https://www3.poderjudicial.es/cgpj/es/Temas/Estadistica-Judicial/Estadistica-por-temas/Datos-penales–civiles-y-laborales/Violencia-domestica-y-Violencia-de-genero/Datos-sobre-Violencia-sobre-la-mujer-en-la-estadistica-del-CGPJ/
[3] El gráfico resumen se puede ver aquí: https://www.ahorasemanal.es/media/images/numero%2033/infografias/violencia_genero_europa_ahora_semanal.png
[4] Si no tomamos los datos de los últimos años, sino los de las últimas décadas, sí puede observarse una disminución significativa en el número de mujeres asesinadas, pero coincide con la disminución de homicidios en general que ha habido en este país, por lo que no es posible relacionarla con el número de denuncias, cuyo exponencial aumento en los últimos años no está teniendo una correlación en la cifra de asesinadas. Así desde 2011 a 2017 hemos pasado de 61 asesinadas a 51, y de 134.002 denuncias a 166.260, es decir, que “para que” bajen las muertes un 16 % se han tenido que aumentar las denuncias un 124%. Y ojo, porque esa bajada es relativa; por ejemplo, desde 2014 a 2015 no bajaron los feminicidios, sino que subieron, igual que de 2016 a 2017, y ello a pesar del aumento específico de denuncias en esos años concretos.
[5] Y digo “reducirse” en vez de eliminarse porque aún no hemos conseguido hacer desaparecer de la sociedad ningún delito de los que llevan cometiéndose entre nosotros desde hace milenios (abusos, robos, estafas, secuestros, homicidios…). Siglos de evolución humana nos han conducido, todo lo más, a reducir esos delitos en un porcentaje que podemos entender conciliable con el grado de civilización que tenemos o creemos tener.
[6] La poca relación de las denuncias por maltrato con los feminicidios no significa que no deba denunciarse. Todo lo contrario. Hay que denunciar para poder castigar al maltratador, no porque sea un futuro asesino, que no sabemos, sino porque el maltrato es delito, porque hay que alejar al agresor de su víctima y porque la denuncia puede ser el paso anímico necesario para que la mujer maltratada deje de serlo.
[7] A fecha 1 de enero de 2008, había en España exactamente 23.776.565 mujeres (http://www.ine.es/jaxiT3/Tabla.htm?t=9663). Por lo que, en el año 2017, murieron a manos de su pareja o expareja un 0,0000021 % de las mujeres de este país.
[8] A fecha de 1 de enero de 2018, son 18.026.476 los hombres mayores de edad de este país (http://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=9663). Por lo que, en el año 2017, solo un 0,0000028 % de los hombres que viven en España acabó con la vida de su pareja o expareja.
Publicado en Revista Libertalia el 8/3/2019
Fotografía de Firdouss Ross @firdoussross
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